El 1 de agosto, en varios países de América Latina se
revive el ritual de agradecimiento a la tierra, un rito que sobrevivió a la
colonización española; traspasó fronteras y en la actualidad se introdujo en
las creencias urbanas. Pero más allá de la ciudad o país que lleve adelante los
rituales, la Pachamama demuestra la resistencia de los pueblos originarios,
la defensa de sus creencias y cosmovisiones. Es la supervivencia de la cultura
e historias ancestrales, la sobrevida de una visión compleja que une al hombre
y a su verdadera cuna: la Tierra.
Hoy se da el nombre Pachamama, a la tierra en un
concepto deificado. Es la Madre Tierra, como la representación del dios del
bien, ella que nos demuestra generosidad en todo sentido, haciendo mudar los
frutos u ofreciéndonos los minerales y riquezas guardadas en su seno.
A esta deidad periódicamente se le rinde pleitesía
mediante el acto ritual denominado Challa, en afán de reparar con este
rito la acción humana de hollar en su
seno, al mismo tiempo se agradece los bienes que nos ofrece para nuestro
sustento o las riquezas que guardaba en su seno, pidiendo que no deje de
favorecernos.